Cuando iniciamos un entrenamiento físico dirigido a mejorar nuestra imagen personal o nuestro estado de salud, combinándolo con una alimentación adecuada, podemos encontrarnos con diferentes dificultades a nivel psicológico. Si entendemos que el entrenamiento es global, el trabajo desde la psicología deportiva será una parte importante en todo el proceso.
Etapa de inicio. Al inicio de un nuevo hábito deportivo, nuestro estado de ánimo es muy positivo. Al poco tiempo del entrenamiento empiezan las primeras dificultades, principalmente por la inercia del cuerpo no acostumbrado a los nuevos movimientos.
Esto puede:
- Frustrarnos ante la dificultad en adquirir las nuevas posturas adecuadas para realizar los ejercicios.
- Frenarnos por la tensión, dolor muscular o cansancio y no ver rápidos resultados.
- A nivel psicológico necesitamos readaptar la idea del esfuerzo y tensión como algo positivo.
- Muchas veces, en esta etapa se abandona la predisposición inicial, la motivación y energía con la que comenzamos.
Esta etapa es bastante larga y la más importante para afianzar los nuevos movimientos y crear un óptimo hábito físico, emocional y mental, por lo que trabajar desde la psicología e identificar las dificultades y superar los bloqueos, ayudará a reducir el impacto inicial y facilitará el proceso.
Etapa de estancamiento. Llega un momento en el que parece que no avanzamos, y empezamos a entrar en la etapa de estancamiento. Por mucho que nos esforcemos no vemos esa mejoría que en la etapa anterior tanta motivación nos proporcionaba. Volvemos a replantearnos la eficacia del entrenamiento y nos crea ansiedad.
Etapa de mantenimiento. Una vez se han conseguido los objetivos propuestos. Esta etapa requiere el equilibrio a lo largo del tiempo en el que se consolide el hábito deportivo para facilitar una rutina permanente.
Psicología clínica vinculada al entrenamiento: Por otra parte, nos encontramos que fuera del proceso natural de entrenamiento y sus etapas, pueden aparecer una serie de dificultades psicológicas de mayor o menor intensidad. Estas pueden estar relacionadas con nuestra forma de enfrentar el entrenamiento, con nuestras expectativas, relacionadas con nuestra autoestima e imagen corporal, con el estilo de alimentación, con la ansiedad aguda, con problemas no resueltos que hemos dejado de lado pensando que no eran importantes.